El cáncer de mama es una enfermedad en la cuál las células en el tejido de la glándula mamaria se multiplican de forma descontrolada. Estas células generalmente forman un tumor que a menudo se puede ver en una radiografía o sentir como un bulto. El tumor es maligno (cáncer) si las células pueden crecer (invadir) los tejidos circundantes o extenderse (hacer metástasis) a áreas distantes del cuerpo.
Es el cáncer que con más frecuencia se diagnostica en las mujeres, se estima que una de cada 8 mujeres españolas padecerá cáncer de mama a lo largo de su vida.
El cáncer de mama puede originarse en distintas parte de la mama, aunque en la mayoría de casos su origen se encuentra en los conductos o en los lobulillos.
Se pueden distinguir, principalmente, dos tipos de cáncer de mama: el carcinoma ductal inflitrante, que procede de los túbulos por los que fluye la leche producida en la glándula; o el carcinoma lobulillar infiltrante, en el que las células cancerosas se diseminan de los lobulillos a los tejidos mamarios cercanos.
El cáncer de mama se clasifica a su vez en función de la presencia o no de 3 marcadores:
Como el resto de los tumores, el cáncer de mama se también se clasifica en diferentes estadios según la extensión del mismo, atendiendo a factores como el tamaño tumoral, la afectación ganglionar regional y la extensión a órganos a distancia.
Sus síntomas pueden variar en función de cada paciente. No obstante, algunos signos de alerta comunes incluyen:
Ante la aparición de alguno de estos síntomas conviene acudir al médico lo antes posible. No obstante, no debe alarmarse, ya que éstos pueden estar asociados a otras enfermedades benignas.
Los antecedentes familiares de cáncer de mama aumentan el riesgo de padecerlo, al igual que una menarquía precoz o una menopausia tardía, la ausencia de embarazos a lo largo de la vida fértil, un consumo de estrógenos y progestágenos tras la menopausia, la exposición a radiaciones ionizantes en edades tempranas, la obesidad o el consumo de alcohol.
El riesgo de cáncer de mama aumenta con la edad, ya que el 90% de los casos se diagnostica en mujeres mayores de 50 años. Con el fin de detectar el problema lo antes posible, las autoridades sanitarias recomiendan la realización periódica de mamografías entre los 49 y los 70 años.
Con las terapias actuales, prácticamente el 90% de las mujeres diagnosticadas de un cáncer de mama seguirán con vida a los 5 años del diagnóstico, porcentaje que superará el 98% en el caso de que dicho cáncer sea diagnosticado en etapas precoces de su desarrollo.
Como en cualquier tumor actualmente, el tratamiento debe ser individualizado y multidisciplinar.
La cirugía sigue siendo el pilar del tratamiento en la mayoría de los casos de cáncer de mama. La técnica elegida, mastectomía o cirugía conservadora, dependerá de factores tales como la localización de la tumoración, el tamaño tumoral o el tamaño de la mama de la paciente. Junto con el tumor de la glándula mamaria serán estudiados los ganglios axilares, bien mediante su extirpación directa o mediante la técnica del ganglio centinela que evitará las complicaciones propias de la linfadenectomía axilar.
En ocasiones es aconsejable complementar la cirugía con técnicas tales como la radioterapia o tratamientos sistémicos.
La radioterapia puede administrarse como tratamiento adyuvante (complementario) a la cirugía o los casos en los que sea necesario paliar algún síntoma.
En cuanto al tratamiento sistémico podemos distinguir 3 tipos: hormonoterapia, quimioterapia y terapias dirigidas. La decisión de qué paciente será candidata a cada uno de estos tratamientos sistémicos vendrá determinada por factores tales como el estadio clínico, el estatus de los receptores en la muestra tumoral, el grado histológico, la situación de HER2 y la edad de la paciente. Actualmente hay disponibles test genéticos que nos servirán para determinar el riesgo de recaída de la enfermedad tras la cirugía y que aplicaremos en casos concretos, como el de aquellos pacientes con tumores sin afectación ganglionar, receptores hormonales positivos y HER2 negativo.
Para detectar el cáncer antes de que presente síntomas evidentes, se pueden realizar pruebas de detección del cáncer de mama. A pesar de que no pueden prevenir la enfermedad, favorecen el diagnóstico precoz, un factor muy importante para que los tratamientos tengan éxito.
Por ello, las autoridades sanitarias recomiendan la realización periódica de mamografías a partir de los 49 años. Una mamografía es una radiografía de la mama y supone el mejor método para la detección del cáncer de mama en sus etapas iniciales.
Algunas mujeres presentan un tejido mamario denso, que puede dificultar la interpretación de una mamografía. A pesar de las preocupaciones sobre la detección del cáncer en mamas densas, las mamografías digitales resultan altamente efectivas. También existen análisis complementarios para la detección del cáncer de mama, tales como la mamografía 3D, la resonancia magnética de mama o la ecografía.
Por otra parte, la autoexploración mamaria es aconsejable en mujeres de todas las edades. Se recomienda realizarla entre el quinto y octavo día del ciclo menstrual, ya que muchas mujeres sufren cambios o dolor en las mamas durante el período o en los días previos.
Por una parte consiste en observar si existen alteraciones visibles en el tamaño, forma o color normal de la mama. Por otra, en la palpación de las mamas en diferentes posiciones: de pie, tumbada y con el brazo levantado.
Se debe palpar la mama completa de arriba a abajo y de lado a lado: desde la clavícula hasta la parte superior del abdomen, y desde la axila hasta el escote.
Si se percibe dolor, bultos o “bolitas” en la mama, hundimientos o una textura irregular durante la autoexploración, conviene acudir al médico.
Además, el consumo de estrógenos y progesterona durante la menopausia puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de mama si se prolonga más de cinco años, así como determinadas píldoras anticonceptivas. Por ello, es fundamental no consumir hormonas sin supervisión médica.
Siempre que sea posible conviene optar por la lactancia materna, ya que las mujeres que han amamantado durante más de un año presentan menor riesgo de padecer este tipo de cáncer.
Otros factores evitables, como el sedentarismo, el sobrepeso o el consumo de alcohol aumentan el riesgo de padecer cáncer de mama. En consecuencia, mantener hábitos saludables ayuda a prevenir el cáncer de mama.
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